17 de febrero de 2016

Cómo una vitamina fastidió (aún más) una expedición a la Antártida

Corría el año 1911. El geólogo y explorador del Antártico australiano Douglas Mawson, junto al suizo Xavier Mertz y el teniente inglés Belgrave Ninnis, iniciaron una expedición en la zona australasiática de la Antártida, conocida comúnmente como AAE, Expedición Aurora o de Mawson.

Esta es la historia de cómo el exceso de un pequeño compuesto orgánico hizo incluso más complicada la ya de por sí ardua expedición de la edad heroica de la exploración de la Antártida.

last photograph taken of the Far Eastern party, during the Australasian Antarctic Expedition. Date November 1912
Última foto tomada del grupo, en noviembre de 1912. Fuente.

La desafortunada expedición


Desde el primer momento, la misión tuvo complicaciones añadidas debido a las tormentas de nieve que azotaron el recorrido del grupo.

Meses después, en diciembre de 1912, se produjo el fallecimiento de Ninnis al caer con su trineo por una grieta de hielo profunda junto a los seis perros que tiraban del trineo. Justamente, era Ninnis el que cargaba en su patín con gran parte de los víveres, la tienda de campaña de la expedición e instrumentos de supervivencia. Ahora solo les quedaba comida para aguantar una semana y media y unos sacos de dormir en otro trineo que no se perdió.

Belgrave Ninnis corriendo junto a un trineo: un hábito que le costaría la vida.
En ese momento de desesperación, consiguieron construir un refugio con lonas sueltas y algunas varas. Cambiaron la ruta prevista, pero aún quedaban muchas semanas de camino para llegar a su objetivo, por lo que decidieron sacrificar al perro más débil que tiraba del trineo que les quedaba y comieron lo que pudieron de su carne fibrosa y de su hígado. Usaron los restos como comida para los demás huskies.

Poco después, Mawson quedó "cegado por la nieve", una condición llamada fotoqueratitis en la que se producen heridas en la córnea por una larga exposición a los rayos ultravioleta del sol. El dolor era insoportable, y aunque Mertz aplicó una solución de sulfato de zinc heptahidratado (para mejorar la deshidratación) y cocaína (usado como anestésico aplicado de forma local, no para lo que todos pensamos al principio) en los ojos del líder de la expedición, tuvieron que ralentizar su avance. Por si fuera poco, debido a otra tormenta, durante días apenas tuvieron visibilidad y dos perros murieron exhaustos.

No les quedó más remedio que tirar ellos mismos del trineo con sus enseres. Poco a poco, las raciones de carne de can fueron cada vez menos comestibles, y recurrían a hervir las partes más duras de los animales como las patas y las articulaciones hasta conseguir una gelatina que en sopas podía dar el pego. La condición física de los dos exploradores se deterioró rápidamente, y aquí es donde se puso (aún más) complicada la situación. En su diario, Mawson escribió el 5 de enero de 1913:
"Mertz se encuentra en una condición general muy mala... Se le cae la piel de las piernas".
Debido a esto, pasaron varios días descansando en los sacos de dormir, sin avanzar en su camino. Poco a poco la condición de Mertz se fue agravando y comenzó a tener fiebre, delirios y diarrea, pero pareció mejorar lo suficiente tras tras tomar algo de cacao y sopa de ternera preparada con Bovril, y continuaron su camino. Sin embargo, esa misma tarde los ataques de delirio de Mertz siguieron sucediéndose y en un ataque convulsivo rompió uno de los mástiles de la improvisada tienda. Falleció la madrugada del 8 de enero mientras dormía.

Douglas Mawson, solo y desesperado a más no poder, se encontraba a unos 150 km de distancia de otros seres humanos y estuvo a punto de rendirse, pero encontró la fuerza para enterrar a su compañero, cortar por la mitad su trineo y continuar el camino cuando el viento polar se lo permitía.
Izda.: Mawson en 1911 antes del calvario. Dcha.: dos
años más tarde recuperándose en la base tras su odisea.

Al caminar y notar dolor, descubrió que la piel de las plantas de los pies se le había caído, dejando al aire ampollas supurantes. Aplicó lanolina, pegó la piel que se había caído y siguió caminando. Según su diario, notó también congelamiento de los dedos y pérdida de la membrana mucosa de la nariz, además de sequedad en la boca. Días después se le empezó a caer el pelo mientras luchaba por llegar a la base más cercana, que finalmente alcanzó el 8 de febrero de 1913 tras 30 días caminando solo.



La explicación científica


En el momento, no se sabía pero el hígado de los huskies contiene unos niveles muy altos de vitamina A o retinol. Esta vitamina se almacena en un 90 % en este órgano y tiene un papel importante para la visión y para mantener el sistema inmune, pero en elevadas cantidades puede llegar a causar daño precisamente en el hígado a los humanos.

Teniendo en cuenta que entre los dos se zamparon el hígado de seis perros, pesando aproximadamente cada uno de ellos un kilogramo, se sobreentiende que cada explorador consumió suficiente cantidad de vitamina A para producir una hipervitaminosis, que debe ser superior a 25,000 UI por kg de peso, lo que equivale a unos 525 mg de retinol para un individuo de 70 kg.

Estructura química del retinol: tiene un anillo de β-ionona
y una cadena isoprenoide.
En el caso de Mertz, es probable que comiera más hígado que Mawson porque encontraba difícil masticar las duras fibras de músculo de los animales. La hipervitaminosis provoca una sequedad de la piel y las mucosas extrema que puede llevar a fisuras, pérdida del pelo y las uñas, mareos, náuseas, dolores abdominales, coloración de la esclera de los ojos amarillenta e ictericia (piel con tono amarillo), y en casos extremos irracionalidad y delirios, los síntomas que presentaron los exploradores.

Como curiosidad, los inuit o indígenas de las regiones árticas tradicionalmente nunca comen el hígado de los perros.

Film still from Scott of the Antarctic (1948) / Ealing Studios

Fuentes:

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