27 de enero de 2016

Radiación y celuloide: el radiactivo rodaje de "El conquistador de Mongolia"

El actor de Hollywood John Wayne, eterno protagonista de westerns, falleció el 11 de junio de 1979 en Los Ángeles, California, a la edad de 72 años a causa de un cáncer de estómago que padecía.

Se trata de una muerte puntual, pero si tenemos en cuenta que a fecha de 1981, un total de 91 personas de las 220 que estuvieron involucradas de una manera y otra en la grabación de su película "El conquistador de Mongolia" (The Conqueror, 1956) habían desarrollado algún tipo de cáncer, de los cuales 46 habían fallecido por esta causa, ya la cosa se pone más fea.

Vamos a hablar sobre una de las "películas malditas" de Hollywood y las circunstancias que rodearon su rodaje.


El set de rodaje de Snow Canyon


Se especuló mucho sobre la posible causa de ese cáncer que fue consumiendo al intérprete de imponente estampa, siendo una de las hipótesis más extendidas que la culpa fue de la radiación nuclear a la que estuvo expuesto, junto al resto del equipo de grabación, durante el rodaje de la película en el verano de 1955.

La película tenía como estrella a Wayne intepretando el papel de Temujin, más conocido como Genghis Khan, y fue producida por el magnate Howard Hughes, que inyectó seis millones de dólares para la producción del film, una cantidad desorbitada para la época. Dick Powell dirigió la cinta.

Las localizaciones de exteriores del rodaje, descartada la opción de rodar directamente en el lugar donde ocurrieron los hechos (Mongolia) por cuestiones puramente financieras, fueron tres parques naturales del desierto de Escalante en Utah: el Parque Zion, el de Bryce Canyon y el Parque Estatal de Snow Canyon, que resultó muy polémico.

Este último set de grabación estaba situado en el desierto cerca de St. George, Utah, a 200 km de distancia al este en la dirección del viento del campo de pruebas de armamento nuclear Nevada National Security Site o Nevada Test Site de las llanuras de Yucca, donde dos años antes, en 1953, el Ejército de los Estados Unidos de América realizó 11 pruebas de armas nucleares en la superficie como parte de la Operación Upshot-Knothole, que algunos aseguran que llegaron a sumar 468 kilotones de energía liberada.

El ultimo ensayo nuclear en la zona tuvo lugar en junio de 1953, y el equipo de trabajo de la película era muy consciente de que escasamente dos años antes se habían realizado pruebas y había caído lluvia radiactiva sobre la misma arena sobre la que caminaban todos los días. Hay incluso fotos del rodaje con John Wayne bromeando con un contador de radiación Geiger, pero en la época no se tenía tanta consciencia sobre los efectos a largo plazo de la exposición a radiación nuclear.

Los trabajadores de la película pasaron 13 semanas trabajando y alojados en esta localización, y muchos notaron cosas extrañas que podían estar relacionadas la radiación de las pruebas nucleares, a pesar de que el gobierno federal aseguró a los cineastas que no había ninguna amenaza para la salud pública. Sin embargo, algunos miembros del equipo afirmaron que las arenas del desierto de Utah tenían un resplandor o brillo de color rojizo, pero bromeaban al respecto por el desconocimiento de las implicaciones en la salud de la radiación. Dónde acaba la leyenda y empieza la verdad, no lo sabemos.

Pero para más inri, una vez terminados los trabajos de grabación en el desierto, Howard Hughes pidió que 60 toneladas de arena de la árida zona fueran transportadas a los estudios de Hollywood para aumentar la verosimilitud de las tomas que volvieron a rodarse en plató para finalizar el montaje.

Foto del rodaje de "El conquistador de Mongolia". John Wayne y otros
miembros del rodaje aparecen con un contador Geiger.

Y empezaron las desgracias


Tras su estreno en 1956, la película fue denostada por la crítica del momento, que dejaba en evidencia las pobremente ejecutadas secuencias de acción y el poco creíble conflico amoroso que surgue en medio de una guerra, y resultó ser un fracaso en taquilla. En IMDb, la megaproducción épica cuenta actualmente con una puntuación de ¡tan solo 3,3 sobre 10!

Pero eso no era nada en comparación con la que se venía encima: en 1956, el mismo año del estreno de la película, el compositor que se encargó de la banda sonora de la película, Victor Young, falleció por una hemorragia cerebral causada por un tumor cerebral. En 1963, siete años después del estreno de la película, el director de la película Dick Powell murió a causa de un linfoma, y el actor Pedro Armendáriz, tras el diagnóstico de que padecía un cáncer de riñón terminal, se suicidó ese mismo año.

Años después, la oscarizada actriz Agnes Moorehead, que interpretó el papel de Endora en Embrujada (la famosa serie, no la manida película), falleció por un cáncer de pulmón en 1974, y Susan Hayward, coprotagonista de la película, un año más tarde murió por un tumor cerebral. Nuestro protagonista John Wayne, desarrolló un cáncer de pulmón que le fue extirpado en 1964, y falleció en 1971 a causa de un cáncer de estómago con metástasis en hígado y páncreas. Otro actor de la película, John Hoyt, falleció ese mismo año por un cáncer de pulmón.


Los datos


Un total de 91 de las 220 que participaban en el rodaje en el desierto de Utah desarrollaron un cáncer en los 30 años que siguieron al estreno, 46 de ellos incluso antes de 1980. La revista People publicó un artículo en 1980 en el que aseguraba que la cifra real era de hasta 150 personas afectadas, contando con familiares de los actores que visitaron el set, por efecto de las partículas radiactivas que fueron arrastradas por el viento desde la base de las pruebas nucleares que se depositaron en la zona de rodaje.

Aunque no se testaron bombas durante la filmación de "El conquistador de Mongolia", dos de las 11 explosiones controladas que ocurrieron el año anterior, "Simon", de 51,5 kilotones y "Harry", de 32,4 kilotones tuvieron más potencia que la bomba "Little Boy" que se lanzó sobre la ciudad de Hiroshima en 1945 tenía una potencia de 16 kilotones, y sabemos cómo acabó la cosa.

Es más que probable que hubiera abundante radiación de larga permanencia en el área, ya que isótopos radiactivos producto de la fisión nuclear como el estroncio-90 y cesio-137 no podían haber reducido su radiactividad lo suficiente como para no afectar negativamente a las personas, y además las dunas de Snow Canyon eran ideales como reservorio natural de material arrastrado por el viento.

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En estudios posteriores, liderados por los datos publicados en el libro de los hermanos Medved, "El salón de la vergüenza de Hollywood" (The Hollywood Hall of Shame, 1984), pocas personas dudan ya de la correlación entre la radiación remanente del desierto y su efecto sobre los actores y trabajadores en ese fatídico lugar de rodaje.

Los efectos sobre la salud se extienden también supuestamente a los habitantes de St. George, la localidad más cercana, o incluso a la población del estado de Utah. Aseguran que las tasas de incidencia de leucemia en neonatos que nacieron en la década de los 50 aumentaron hasta un 40 % en comparación a los datos inmediatamente anteriores, y que la prevalencia de cáncer de tiroides en la población de St. George aumentó considerablemente en comparación con la incidencia normal de estas enfermedades después del periodo en que las pruebas tuvieron lugar.


¿Correlación implica causalidad?


A pesar de que las cifras a priori apuntan lo contrario, es muy difícil confirmar de forma fiable la hipótesis de que todos estos casos estuvieron relacionados directamente con la radiación nuclear.

Hay que tener en cuenta otros factores de riesgo, ya que algunos actores como John Wayne o Agnes Moorehead eran grandes fumadores, y Wayne en concreto fumaba nada más y nada menos que ¡6! paquetes de cigarrillos al día, además de ser un bebedor empedernido que llegó a decir "nunca me fiaría de un hombre que no bebe".

Además, el riesgo de desarrollar un cáncer en EEUU es de un 43 % en hombres, siendo un 23 % las probabilidades de fallecer por esta causa. En mujeres, los datos son del 38 y el 19 %, respectivamente. Esta media esperada encaja dentro de los datos de mortalidad y morbilidad que se dieron dentro del tamaño muestral de los 220 trabajadores de la película. Luego no se puede afirmar a ciencia cierta que la radiación fuera la causante directa de los cánceres, ya que los datos se encuentran dentro de la normalidad.

Fuentes:
Burton J (Utah History to go, 2015): Nuclear Testing and the Downwinders

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13 de enero de 2016

Lampreas: los vampiros del mar

Las historas de vampiros nos han acompañado durante siglos: seres inmortales con un misterioso magnetismo que se alimentan de la sangre de pobres seres inferiores como los humanos. La hematofagia es una forma de parasitismo que aparece en varios linajes de ciertos animales, ya sea mediante la alimentación exclusiva a base de sangre, o únicamente cuando aparece la oportunidad.

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Evolutivamente hablando, se puede entender por qué estos animales han adaptado su fisiología para alimentarse del rojo líquido, ya que la sangre es un fluido rico en nutrientes como proteínas y lípidos que puede extraerse de los huéspedes con relativo poco esfuerzo y en ocasiones sin ser descubierto, como es el caso de las pulgas o los molestos mosquitos, considerados por algunos emisarios del mismísimo Satanás.


Las lampreas, esas adorables criaturas


Uno de los animales que se alimentan de sangre son las lampreas marinasPetromyzon marinus. Además de beber plasma con sus células rojas, estos peces también pueden alimentarse de pequeños invertebrados, y viven en las zonas norte del océano Atlántico. Han existido diferentes especies diferentes de este pez anguiliforme, capaces de vivir tanto en agua salada como en agua dulce (es decir, que son anádromos como los salmones), y su aparición se fecha desde al menos hace 500 millones de años, en el periodo devónico.

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Petromyzon marinus, De visschen (1869). Hermann Schlegel.
Pueden crecer hasta los 90 centímetros de largo, carecen de mandíbula y son extremadamente invasivas. Los primeros años de su vida son relativamente inofensivos, ya que tienen una fase larvaria larga, pero después, estos animales pegan el estirón y desarrolla una boca redonda con capacidad de succionar decorada con dientes especializados curvos y afilados. Es decir, que a los siete años se convierten en bicharracos sedientos de sangre bastante imponentes. Para más datos, vean la foto de abajo.

Como parásitos, se alimentan de la sangre de otros peces fijándose a las víctimas con sus dientes de fibras de queratina, fibras como las que componen nuestro pelo y uñas. Muerden al pez en cuestión y se anclan para alimentarse del pobre bicho. y después raspan la superficie de escamas de la parte externa con una lengua que actúa como sonda hasta encontrar la sangre. Algo parecido a lo que ocurre con los mosquitos cuando nos pican.

Detalle de la boca de una lamprea. U.S. Fish and Wildlife Service.

Esperen, aún hay más


Ahí no acaba la cosa, porque para asegurarse el atracón completo de sangre, las lampreas secretan por medio de unas glándulas situadas en su boca una sustancia anticoagulante para evitar que se cierre el grifo de plasma. Esta sustancia es la lanfedrina (lamphedrine, en inglés), una enzima que además de evitar la coagulación, también disuelve los tejidos de las víctimas por sus propiedades solubilizantes y líticas. De esta forma, los peces pequeños suelen morir desangrados o por infecciones derivadas de las heridas que les causan las lampreas.

Si se sienten valientes y quieren ver cómo una lamprea marina se alimenta del cuello de un ser humano, en podéis ver la desagradable escena en este vídeo.

Fuentes:
Fuller, P. et al. (2015). Petromyzon marinus. USGS Nonindigenous Aquatic Species Database, Gainesville, FL.