19 de julio de 2017

¿En qué consiste el efecto Dunning–Kruger?

El efecto Dunning-Kruger es un sesgo cognitivo en el que personas de bajas habilidades tienen una ilusión de superioridad, creyendo que su capacidad intelectual es mayor de lo que realmente es. Es consecuencia de la incapacidad de reconocer la propia ineptitud o incompetencia de forma objetiva.

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David Dunning y Justin Kruger lo describieron en 1999 como una mala percepción en la incompetencia de un error propio con la consecuente mala calibración de los errores ajenos. El resultado es subestimar las competencias de los semejantes, y asumir erróneamente que tareas que son fáciles de realizar por ellos mismos también lo son para otros. Como nota curiosa, ambos psicólogos ganaron el premio Ig Nobel al año siguiente.

En su artículo original, los autores describían el caso del criminal McArthur Wheeler, que robaba bancos con la cara cubierta de zumo de limón, ya que pensaba que este líquido haría que fuera invisible a las cámaras de seguridad. El mangante pensaba que, como el zumo de limón se usa como "tinta invisible" sobre papel, éste tendría el mismo efecto para las cámaras sobre su cara. Un adelantado a su tiempo, vamos.

Aunque fue descrito hace un par de décadas, este sesgo ya aparecía en la literatura. Fue Shakespeare (1564-1616) en su obra "Como gustéis" el que escribió que «El necio se cree sabio, pero el sabio se sabe necio», y el naturalista Charles Darwin (1809–1882) dijo que «La ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento».

Fuentes:

12 de julio de 2017

Reproducción asistida: un técnica con comienzos poco éticos

Recientemente, apareció en las noticias la historia de un médico holandés que pudo llegar a inseminar a decenas de mujeres en su clínica de reproducción asistida en Róterdam.

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Aunque chocante, esta práctica no es nada nueva, ya que entre 1845 y 1849, el médico norteamericano J. Marion Sims realizó experimentos con mujeres esclavas, intentando inseminar de forma artificial a 55 mujeres infértiles. Una de ellas quedó embarazada mediante esta técnica, aunque más adelante tuvo un aborto espontáneo.

Más tarde, en 1884, en Philadelphia el Dr. William Pancoast atendió a una pareja que llevaba años intentando tener hijos sin éxito. Creyendo que la persona estéril de la pareja era el marido, inseminó artificialmente a la señora con el semen de un estudiante de Medicina suyo. Para ello anestesió con cloroformo a la mujer y empleó una pera de goma para introducir el semen de su estudiante en el cuello de su útero. Este experimento resultó en un embarazo y la pareja tuvo un hijo, creyendo que era de los dos. El Dr. Pancoast se sintió tan culpable que acabó confesando su acción.

Fuente:
Enciclopædia Britannica: William Pancoast

"Reproducción asistida: un técnica con comienzos poco éticos" fue publicado originalmente en la revista intersanitaria  nacional Salus.

5 de julio de 2017

¿Qué ocurrriría si nos tragáramos un diamante?

El escritor y científico romano Plinio el Viejo describió los diamantes como potentes antídotos para cualquier veneno, ya que los convertía en inservibles y, además, alejaba los miedos de la mente.

Fundamentada o no, esta creencia se perpetuó a lo largo de la Edad Media, cuando se creía que consumir por vía oral polvo de diamante poseía beneficios para los males de estómago. Se dice que el Papa Clemente VII murió en 1534 tras haber tomado 14 cucharadas de polvo de piedras preciosas sin efecto.

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Los diamantes enteros no tendrían mayor problema al atravesar nuestro aparato digestivo, son inocuos y saldrían igual que entraron: sin pena ni gloria. El problema viene cuando se consumen en polvo porque, al pulverizar diamantes, se consiguen partículas de 0,1-100 micras de formas que varían desde bordes aserrados, con forma de anzuelo, con agujeros irregulares u otras concavidades angulares. Se pueden observar al microscopio únicamente, usando aumentos de 300X como mínimo. A simple vista se observa un brillo peculiar, y un tacto terroso al masticar.

Estas astillas microscópicas que se producen al pulverizar diamantes son capaces de producir microerosiones en el tracto digestivo. Así que cuando se consumen con o sin comida, los movimientos peristálticos necesarios para la digestión hacen que entren en contacto con los órganos, llegando a producir perforaciones, hemorragias, infecciones peritoneales e incluso la muerte. Por esta causa durante el Renacimiento Catalina de Médici usó el brillante (y poético) polvo para deshacerse de algunos enemigos.


Fuente:
Mechanical Damage from Ingested Diamond (Freitas, A, 2003), Nanomedicine, Volume IIA: Biocompatibility


"¿Qué ocurrriría si nos tragáramos un diamante?" fue publicado originalmente en la Revista Intersanitaria Nacional Salus.