El orégano u Origanum vulgare es un arbusto muy presente en la zona Mediterránea y un delicioso condimento en las pizzas.
Desde el S. VI a. C., Hipócrates utilizaba la infusión de hojas de esta planta como antiséptico para tratar afecciones estomacales y respiratorias, y actualmente se sabe que tanto el aceite esencial como las hojas crudas de orégano poseen un compuesto activo llamado carvacrol, un fenol monoterpenoide que posee diferentes actividades: además de ser antioxidante, podría tener utilidad en terapia antineoplásica, ya que protege al organismo de los efectos indeseados del metotrexato.
Por si fuera poco, el carvacrol posee actividad antimicrobiana tanto antibacteriana como antifúngica, siendo efectivo frente a Penicillium glabrum, Cladosporium herbarum o Candida albicans si se combina con nistatina, ya que entre ellos existe una interacción sinérgica.
Además, es activo frente a bacterias gram positivas. Concretamente, frente a patógenos humanos como Listeria monocytogenes y de los géneros Bacillus, Micrococcus y Staphylococcus, incluyendo MRSA o Staphylococcus aureus resistente a meticilina, por lo que tiene bastante potencial en clínica.
"El orégano, ¿un antibiótico natural?" fue publicado originalmente el 10 de abril de 2017 en la Revista Intersanitaria Nacional Salus.
Adaptado de "El efecto antibacteriano del orégano", publicado en este mismo blog.